31 oct 2010

La canarita que viene cuando la llaman



I learn my name
I write with a number two pencil
I work up to my potential
I earn my name
I come when called
I jump when you circle the cherry
I sing like a good canary
I come when called
I come, that's all

Send it up on fire
Death before dawn
Send it up on fire
Death before dawn

I clean the house
I put all your books in an order
I make up a colorful border
I clean my mouth
'Cause froth comes out

Send it up on fire
Death before dawn
Send it up on fire
Death before dawn

Canary”, en: Exile on Guyville, de Liz Phair (1993)

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29 oct 2010

No hay canto



"Afuera no hay canto de pájaros, y dentro un silencio sofocante se cierne sobre todos y todas las cosas, y parece arrastrarme hacia un abismo".

Del Diario de Ana Frank - Entrada del 29 de octubre de 1943

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22 oct 2010

Del nombre musical del ruiseñor

“El ruiseñor, en todas las lenguas del orbe, goza de nombres melodiosos (nightingale, nachtigall, usignolo), como si los hombres instintivamente hubieran querido que éstos no desmerecieran del canto que los maravilló. Tanto lo han exaltado los poetas que ahora es un poco irreal; menos afín a la calandria que al ángel. Desde los enigmas sajones del Libro de Exeter («yo, antiguo cantor de la tarde, traigo a los nobles alegría en las villas») hasta la trágica Atalanta de Swinburne, el infinito ruiseñor ha cantado en la literatura británica; Chaucer y Shakespeare lo celebran, Milton y Matthew Arnold, pero a John Keats unimos fatalmente su imagen como a Blake la del tigre”.

De: “El ruiseñor de Keats”, en: Otras inquisiciones, de Jorge Luis Borges (1952)

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15 oct 2010

Si Lady Godiva fuera criolla: un reyezuelo cautivo a lomos de un burro



"Los soldados la desnudan, le dan un baño del miel; la empluman. Sus cabellos caen cortados y así, montada en un asno, precedida de un pregonero la llevan por las calles al son de los tambores. Como intentara resistir un sayón le cruzó el pecho de un cintarazo. Ésa es la marca de la insurgente".

"La insurgente", en: La insurgente y otros relatos, de Enrique Bernardo Núñez (1997)

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14 oct 2010

Aprisionado en su materia

“Con las manos hundidas en los bolsillos del impermeable atravesé el estrecho callejón y llegué finalmente a la casa abandonada. Estaba allí, silenciosa como siempre. Con aquellas nubes plomizas como telón de fondo, la casa de dos plantas se erguía, con las persianas cerradas a cal y canto, con un aire en verdad melancólico. Parecía que un barco mercante hubiera embarrancado en el acantilado tras ser arrojado allí por las olas una noche lejana de tormenta. De no ser porque la hierba del jardín había crecido desde la vez anterior, si alguien me hubiera dicho que el tiempo se había detenido en aquel lugar, me lo habría creído. Gracias a los largos días lluviosos de la estación de los monzones, la hierba brillaba con un fresco color verde y exhalaba el olor salvaje que sólo puede emanar de algo que hunde sus raíces en la tierra. Justo en el centro de aquel mar de hierba, el pájaro de piedra, en una postura idéntica a la de la vez anterior, las alas desplegadas, a punto de emprender el vuelo. Pero, obviamente, no había ninguna posibilidad de que volara. Esto lo sabía yo y lo sabía también el pájaro. Inmovilizado en aquel lugar, sólo le cabía esperar que se lo llevaran a algún otro lugar o que lo derribaran. El pájaro no tenía ninguna otra posibilidad de abandonar el jardín. Lo único que allí se movía era una mariposa blanca fuera de estación que revoloteaba al azar sobre la hierba. La mariposa parecía una persona que, en plena búsqueda, hubiera olvidado qué estaba buscando. Tras cinco minutos de búsqueda infructuosa, la mariposa desapareció”.

De “Adicto a los caramelos de limón. El pájaro que no puede volar y el pozo seco”, en: Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Haruki Murakami (1994)

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8 oct 2010

Serendipity

El sábado pasado, mientras me hacía a unos volúmenes indispensables en una enorme librería de la ciudad, tropecé casualmente con un librito de Elena Klusemann, titulado Los pájaros bravos (Camelia Ediciones, 2008). Cuando digo “librito”, mi intención no es peyorativa; por el contrario: aludo a lo coqueto, lo primoroso que me pareció. Una vez que lo tomé del estante, no pude soltarlo: tenía la sensación de estar ante algo especial. “¿Qué es esto? ¿Por qué me sale al paso?”, me pregunté, intrigada por su título (recuerden que los pájaros están obsesionados conmigo, me persiguen doquiera que voy), seducida por su formato y por su sobrio aspecto. “¿Será un libro de cuentos? ¿Cuentos para niños? ¿Para niños grandes, tal vez?”. Como la librería no era el espacio idóneo para precisarlo y el precio era asequible, lo compré. Prologado por Salvador Garmendia y bellamente ilustrado por Jorge Klusemann (el marido de la autora) con un estilo a medio camino entre los formidables grabados que John Tenniel realizó para Alicia en el País de las Maravillas y las enigmáticas estampas de Edward Gorey, ofrece seis historias para todas las edades, contadas con delicioso humor: "La diligencia de Tío Tigre y Tío Conejo", "El titiritero", "Álbum de fotografía", "Fosforito", "Los pájaros bravos" y "El traje del presidente". Mi consejo es que, si llegan a toparse con estos pájaros de papel y tinta, no los dejen escapar.

5 oct 2010

¿Dónde están los canarios?



Para oír los trinos delatores, todos han de eructar al unísono.

Abuelita, creo que he visto una jauría de lindos gatitos
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2 oct 2010

Explicaciones

Las migajas con el señuelo, saber en qué casa el hogar.
El pájaro azul es el mismo amarillo.
Comienzo la luciérnaga a la seda final del gusano.
Crezco cuando te cuento de mí.

En: AzuLejos, de Astrid Lander (1997)