Peligro de tormentas bellas pero incontrolables.
A algunos pájaros no les gustan las pistas de aterrizaje, los aeropuertos, ni siquiera los clandestinos; no les gusta la grama, los jardines, los canteros, las flores, los nidos sencillos. Su vida está en los aires, en los cielos, en estrofas de nubes, en manotazos de sol, en el desabrigo.
No cuestiono su reconcomio hacia los humanos: ya que no podemos montarlos como alfombras mágicas, como caballos, les hemos creado mastodónticas réplicas de metal, impersonales robots, llevando a su reino la humana plaga del tráfico.