Eran días en que ya no esperábamos más sorpresas —contó Qfwfq—, se sabía cómo iban a seguir las cosas. El que estaba estaba, teníamos que vérnoslas entre nosotros: éste llegaría más lejos, éste se quedaría donde estaba, éste no conseguiría sobrevivir. La elección era entre un número de posibilidades limitadas.
En cambio, una mañana oigo un canto, desde afuera, que no había oído jamás. O mejor (pues no se sabía aún qué era el canto): oigo un sonido que nadie había emitido jamás. Me asomo. Veo un animal desconocido que cantaba sobre una rama. Tenía alas garras cola uñas espolones plumas plumón aletas aguijones pico dientes buche cuernos cresta papada y una estrella en la frente. Era un pájaro; ustedes ya se habían dado cuenta; yo no; nunca se habían visto. Cantó: ‘Koaxpf… Koaxpf… Koaaaccch…”, batió las alas de colores tornasolados, alzó vuelo, volvió a posarse un poco más allá, reanudó el canto.
(…) Desde el descubrimiento de la existencia de los pájaros, las ideas que regían nuestro mundo habían entrado en crisis. Lo que antes todos creían entender, la manera simple y normal según la cual las cosas eran como eran, ya no tenía validez; es decir, ésta no era sino una de las innumerables posibilidades; nadie excluía que las cosas pudieran ser de otras maneras completamente diferentes. Se hubiera dicho que ahora cada uno se avergonzaba de ser como se esperaba que fuese, y se esforzara por ostentar un aspecto irregular, imprevisto: un aspecto un poco de pájaro, o si no exactamente de pájaro, que no hiciera mal papel frente a la extrañeza de los pájaros. A mis vecinos no los reconocía. No es que hubieran cambiado mucho, pero el que tenía cualquier particularidad inexplicable, mientras que antes trataba de ocultarla, ahora la ponía de relieve. Y todos tenían el aire del que espera de un momento a otro algo, no el sucederse puntual de causas y efectos, como en un tiempo, sino lo inesperado”.
Fragmentos de "El origen de los Pájaros", en: Tiempo Cero, de Ítalo Calvino (1965)
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