Es un accidente frecuente: pese a nuestras mejores intenciones, cuando estamos instalando el árbol (de Navidad, sí) o cuando lo estamos desmontando, alguno de los huevos se nos resbala de los dedos, precipitándose al vacío y... adiós alitas.
O si hay niños en casa, niños tremendos que creen que todo lo redondo rebota...
Por suerte, ahora los hacen irrompibles. Me refiero a los cascarones, sí. En Taiwan.
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