8 oct 2010

Serendipity

El sábado pasado, mientras me hacía a unos volúmenes indispensables en una enorme librería de la ciudad, tropecé casualmente con un librito de Elena Klusemann, titulado Los pájaros bravos (Camelia Ediciones, 2008). Cuando digo “librito”, mi intención no es peyorativa; por el contrario: aludo a lo coqueto, lo primoroso que me pareció. Una vez que lo tomé del estante, no pude soltarlo: tenía la sensación de estar ante algo especial. “¿Qué es esto? ¿Por qué me sale al paso?”, me pregunté, intrigada por su título (recuerden que los pájaros están obsesionados conmigo, me persiguen doquiera que voy), seducida por su formato y por su sobrio aspecto. “¿Será un libro de cuentos? ¿Cuentos para niños? ¿Para niños grandes, tal vez?”. Como la librería no era el espacio idóneo para precisarlo y el precio era asequible, lo compré. Prologado por Salvador Garmendia y bellamente ilustrado por Jorge Klusemann (el marido de la autora) con un estilo a medio camino entre los formidables grabados que John Tenniel realizó para Alicia en el País de las Maravillas y las enigmáticas estampas de Edward Gorey, ofrece seis historias para todas las edades, contadas con delicioso humor: "La diligencia de Tío Tigre y Tío Conejo", "El titiritero", "Álbum de fotografía", "Fosforito", "Los pájaros bravos" y "El traje del presidente". Mi consejo es que, si llegan a toparse con estos pájaros de papel y tinta, no los dejen escapar.

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