2 ago 2011

De los cuervos nada se sabe


nunca he sabido de dónde alzan vuelo en principio
los cuervos
ni qué los hizo irse
ni si miran atrás/o toman nota/
del olvido
que aún reposa en un poste de luz
en un estacionamiento, en la tarde, despoblado,

ni en cuál ciudad se refugió uno, cansado, de los suyos;
tal vez uno quedó convulsionando sobre
un camión sucio,
cubierto también
de otras hojas/quebradizas extintas;

a lo mejor ningún cuervo viaja más de quinientos
metros/
en toda esa vida de cuervo;
puede que piensen los cuervos que se mueven
entre paredes sólidas de aire
y den vueltas en lo que ellos llamarían
Las Esquinas,
en invisibles ángulos donde también
el viento
inútilmente
renuncia a seguir
y se lamenta
y sueña
cargadas trombas nocturnas
tolvaneras;

quizá por eso amen los cuervos lo hondo
lo empinado;
quizá para ellos se hicieron
la gracia exacta/
los incendios sin término;

no sé si piensan los cuervos que yerro
y al verme caminar/cerca/murmullan
y de un lugar muy alto hasta otro lugar alto se gritan
Otro hay allí que opina
que cree observar/
que duerme y grazna;

o nada nada cierto, tal vez
(cuando simple
sencillamente
vuelan los cuervos),
cambia para los cuervos en su negra coraza
en su paseo/ordinario/de alambre

a alambre a alambre a alambre a alambre a alambre

a alambre, como si no acabara/a alambre
a alambre a alambre a alambre a alambre a alambre
como sin fin/a alambre/cada uno de los cuervos
en redondo
(los cuervos) (Las Esquinas)


"El secreto, en el cielo, volando o no", en: Eme sin tilde, de Luis Moreno Villamediana (Equinoccio, 2009)

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