Según las leyendas, Luonnotar, la Hija de la Naturaleza, flotaba sola en el mar que llenaba las regiones celestes. Harta de su existencia solitaria, quiso ser fertilizada por el soplo del viento y las olas del mar. Y ya fértil flotó en las aguas durante siete siglos sin poder hallar un lugar donde descansar. Apareció entonces en el cielo un águila que también estaba tratando de hallar un lugar donde construir su nido. Al ver la rodilla de Luonnotar, que salía de las aguas, el águila hizo su nido encima y empolló sus huevos. Pero al notar la Hija de la Naturaleza el calro en su piel, movió la rodilla y los huevos rodaron hacia las profundidades del mar. Allí, al romperse, sus restos dieron origen al mundo.
De la parte inferior de sus cascarones surgió la Tierra y de la superior los cielos. El Sol y la Luna nacieron de las yemas y las claras respectivamente. Los fragmentos blancos de los huevos se convirtieron en estrellas y los negros en nubes. Podía iniciarse el nacimiento de todos los seres vivos”.
“Cosmogonía finesa”. De “El origen de la Tierra”, en: Enciclopedia Juvenil Planeta 2 (1979)
1 comentario:
Hi, Christian! Thanks for your encouraging words.
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