19 mar 2011

Un pavo es una pieza de museo


Extraña "dignidad" de las aves encerradas y rotuladas, inaccesibles a no ser por medio de la mirada y de la pregunta infantil. Como si no pudiera conocérseles de otro modo más amable para ellas.

Recuerdo un parque, al final de una avenida empinada, donde los pavos reales te salían al paso a pocos metros de la entrada, sueltos y muy orondos, como Pedro por su casa. Como si el animal, la rareza, la excepción fueras tú, el visitante. Así debería ser, ¿no? ¿O acaso has ido a una casa en la que tengan que encerrar a las mascotas -que son parte de la familia- para recibirte?

La verdad es que siempre he odiado los zoológicos. Tan absurdos. Parecen morideros de goteo lento. Tantas caritas tristes que dan grima. Así no hay aprendizaje ni diversión posibles.

No hay comentarios: