1 jun 2010

Aves y arquitectura urbana: matrimonio disfuncional

Hace poco me preguntaba cómo era posible que, al despuntar el día, entre los ruidos del tráfico y de la cotidianidad que se despereza pronto para seguir su lucha de siglos, se escucharan cantos de aves con insólita nitidez.

La plaza más cercana (su refugio más lógico) está a dos cuadras de mi edificio. La avenida donde vivo linda con una zona semi-industrial, acusa un considerable paso diario de vehículos desde las 6:30 am y no abunda en árboles, así que, ¿de dónde podría provenir ese dulce jolgorio? ¿Dónde arman sus nidos los pájaros en rincones como este, avasallados por el concreto, el pavimento, el metal de las rejas y los postes, así como otros materiales menos nobles que, lejos de ofrecer hospitalidad, ahuyentan cualquier vestigio de vida natural?

Aparentemente aprovechan cualquier recodo tibio y disimulado, que no luzca amenazador, para hacer su morada temporal. También les gustan los toldos y los salientes de los balcones, las azoteas de las torres de apartamentos, las platabandas y los tejados de las casas... Bueno, no es que les gusten: se han resignado a ellos, con tal de no abandonarnos.

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